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Revista INTERACCION
No. 22
Créditos
| Carta de CEDAL a los Lectores | Indice:
Revista No. 22
Intervisiones
Desplazados emigrantes
en su propia tierra
Por: Óscar Alexander Becerra
Sabogal
Intentar
describir con total exactitud la compleja problemática de los desplazamientos
que se han suscitado al interior del país durante los últimos
quince años, y que hoy más que nunca producen nefastas consecuencias
para toda la sociedad colombiana, tales como: desempleo, miseria y descomposición
social, entre otras; sería una labor sumamente ardua. Es por ello
que el presente documento no pretende ser un análisis a dicha situación,
tan solo es una opinión muy personal frente a un tema tan vigente
como éste.
En primer lugar, considero preciso elaborar
una aproximación elemental a la problemática del desplazamiento,
señalándole como un movimiento prioritariamente sociodemográfico
que ha conseguido modificar la estructura poblacional del país
rural que databa de la época colonial, hacia un país mayormente
urbano. De este modo, es posible negar el desplazamiento como una situación
meramente coyuntural; no obstante, es incuestionable la contribución
de los grupos al margen de la ley e incluso de algunos sectores de las
fuerzas militares, para con el recrudecimiento de dicha problemática.
A su vez, es claro, que la movilización masiva de campesinos se
inició con la violencia partidista de 1950 y que estos dos procesos
han ido de consumo a lo largo del presente siglo; así lo demuestra
la acentuación del problema de desplazamiento hacia 1985 que "paradójicamente"
coincide con la incursión de los grupos paramilitares en el conflicto
armado. Las anteriores aseveraciones permiten establecer más claramente
el origen del exilio intensivo de campesinos que se ha producido en nuestro
país y cuyas repercusiones son apenas evidentes para cualquier
renglón de la sociedad.
En síntesis, el proceso ha desencadenado
un profundo cambio en la organización agraria del país mediante
procesos violentos de contrarreforma, que además de ir en detrimento
de la producción agropecuaria también han dejado una profunda
secuela de miseria, dolor y desazón en la vida de miles de desplazados.
Algunos analistas señalan que bajo el desplazamiento interno se
esconden variados intereses económicos por parte de ganaderos,
latifundistas o narcotraficantes que consideran estas regiones como enclaves
estratégicos por su posición geográfica, su riqueza
forestal o simplemente porque son una interesante alternativa para lavar
dineros provenientes del narcotráfico.
Sin
embargo, bajo esta visión tan flemática, se esconde un verdadero
espectáculo de trashumancia humana que día tras día
cobra dimensiones incalculables y que pasa inadvertido para un gobierno
que naufraga en los mares de la ilegitimidad y la corrupción flagrante,
posición que no dista mucho de aquella de los organismos internacionales
que no se han esmerado en llenar el hondo vacío jurídico
que hay respecto al tema de los desplazados internos. A partir de ese
punto es preciso hacer una aclaración frente al concepto de refugiado
y al desplazado, el primer estatus se aplica para aquellas personas que
por motivos de persecución se acogen a la protección brindada
por otro país; en el segundo caso, la persona huye de manera intempestiva
de su domicilio, porque su integridad física se encuentra en peligro,
y no puede salir de su país para pedir asilo. Esta precisión
es importante hacerla porque los refugiados poseen unos derechos claramente
definidos y reconocidos, mientras los desplazados por la violencia no.
Así pues, entre tanto los cálculos de la ONU indican que
el número de refugiados en el mundo asciende a 17 millones de personas,
y los desplazados suman ya 23 millones de personas, este organismo aún
no reconoce la vigencia e importancia de dicho problema y se rehúsa
a establecer mecanismos tales como ACNUR (Alto Comisionado de la Naciones
Unidas para los refugiados), para ofrecer colaboración a los desplazados
internos.
De otra parte, la miseria en que se encuentran
sumidos los 700 mil desplazados de nuestro país es tan solo el
producto de la intimidación y el terror que los obligaron a salir
corriendo de campos y veredas dejando atrás todo cuanto tenían,
sus tierras, sus ranchos y sus animales, para iniciar así los días
más sombríos de su existencia. Estas gentes recurrieron
a todas las artimañas posibles con tal de derivar el sustento para
sus familias, y esto incluye engrosar los cinturones de miseria en las
grandes ciudades, prostituirse o añadirse a las fuerzas en conflicto
para tomar retaliaciones en contra de sus agresores. En conclusión,
ampliar cada vez más el circulo vicioso de la marginación
cuyo resultado será una juventud marcada con el sino de la intolerancia
y la violencia como único medio de sobre-vivencia. En este momento
la situación de los desplazados es simplemente caótica teniendo
en cuenta los siguientes aspectos: 1) El 55% de la población desplazada
es menor de 18 años. 2) El nivel de ingresos y empleo ha disminuido
radicalmente. 3) La población desplazada no cuenta con los servicios
básicos de salud y educación. 4) Una porción de estas
gentes tiene deudas con la banca oficial o privada, razón por la
cual perdieron sus tierras.
Así pues, el panorama de los desplazados
en el país no es muy alentador y simultáneamente se podría
resumir como la violación práctica de todos los derechos
humanos, políticos y civiles de los campesinos colombianos.
A pesar de todos estos factores adversos, aún
es posible remediar esta situación definitivamente, acudiendo al
consenso nacional para reformar radicalmente la estructura económica,
social, jurídica y político de este país macondiano,
que inexplicablemente permite la existencia de una obsoleta y corrupta
clase política que ha acabado por deslegitimar el Estado colombiano,
y a su vez el desarrollo de un desgastado conflicto bélico entre
guerrilla, paramilitares y ejército que nos consume en medio de
la depredación humana y la debacle. Es por esta razón que
la sociedad civil ha de ejercer el papel protagónico que le exigen
tanto la historia como sus generaciones siguientes para lograr hacer de
este país el mejor vívidero del mundo.
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