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Revista INTERACCION
No. 22
Créditos
| Carta de CEDAL a los Lectores | Indice:
Revista No. 22
Comunicación para la
Paz
INFORMAR, PERO CON DISCRECIÓN
Por: Ana Lucía Raffo Flórez
Periodista de Uninoticias
La
labor de informar en Colombia se volvió una tarea demasiado riesgosa
para quienes nos dedicamos a diario a transmitirle a más de 37
millones de personas lo que sucede en nuestro país, y más
si se trata de narrar la historia de más de 40 años de violencia
y guerra que ha dejado a su paso centenares de víctimas inocentes.
En particular, desde los diferentes medios
masivos de comunicación, los periodistas nos encargamos de difundir,
en aras de la objetividad y la imparcialidad, todo aquello que genere
noticia: por ejemplo los secuestros masivos de personas en un avión
de Avianca cuando cubría la ruta Bucaramanga- Bogotá; o
los de la iglesia La María de Cali o los de la Ciénaga de
El Torno en Barranquilla; los cruentos enfrentamientos entre guerrilleros
y uniformados del Ejército en Gutiérrez, Cundinamarca; la
voladura de torres de energía por parte del ELN en departamentos
como Antioquia y Santander; los motines y asesinatos en centros carcelarios
del país, y las masacres selectivas de grupos paramilitares contra
supuestos guerrilleros vestidos de civil o campesinos, etc.
¿Discreción?
Pero en medio de esta ardua labor nos enfrentamos
al reto de informar con seriedad, prudencia y discreción porque
tenemos una gran responsabilidad con los televidentes o espectadores,
si se trata de un medio escrito, y al mismo tiempo manejar el rating que
es la medida que califica el impacto de la noticia, la que en muchas ocasiones
puede llevar al amarillismo o al sensacionalismo con el único objetivo
de ganar audiencia y esto es muy peligroso.
Educar, informar y entretenerse, esos son los
tres principios que se deberían cumplir en televisión y
que quedaron consignados en el acta de creación de la BBC de Londres
en 1929; no obstante, estoy convencida que la labor televisiva va más
allá: trata de evocar otros mundos, otras realidades sustentadas
en recursos técnicos y humanos; crea personajes y ambientes que
se mueven entre la ficción y la realidad; trata de profundizar
en temas que el día a día no lo permite, pero también
llega al punto de tergiversar o malinterpretar informaciones.
Desde mi experiencia como periodista de prensa
y ahora de televisión, cubriendo las fuentes de paz y derechos
humanos, siento que este es el momento en que más tenemos la obligación
de informar sin generar falsas expectativas o sin venderle a la gente
ideas o sueños que nunca se van a hacer realidad. Esto lo digo
porque ahora que ya empezamos a sentir que el proceso de paz entre las
guerrillas y el Gobierno pareciera tener más luces al final del
túnel, muchas veces caemos en la trampa de la ingenuidad periodística
y producimos noticias que sólo satisfacen los intereses de uno
u otro bando y no los del país.
Informar para la paz en medio de la guerra
Alguien decía que paradójicamente,
Colombia un país democrático por tradición, no ha
encontrado aún la fórmula que permita poner freno al conflicto,
ni a la violencia que este genera.
Puedo parecer escéptica, pero lo cierto
es que todos los colombianos le estamos apostando a un proceso de paz
que ha tenido avances y retrocesos, y aunque el gobierno y la guerrilla
han tratado de concertar y mostrar voluntad para negociar la paz, la guerra
cada día se recrudece y está ocasionando más peligros
para la población civil que, según el Derecho Internacional
Humanitario, es ajena al conflicto y no debe sufrir los rigores de la
confrontación.
Cabe señalar aquí una frase del
periodista Jesús Ortiz, quien acaba de lanzar al mercado su libro
"La paz: análisis del proceso y propuestas para un nuevo sistema
político en Colombia", en el cual resume lo que debería
ser el país que soñamos, así sea en medio de la guerra:
"Colombia debe apuntarle a un régimen político suficientemente
robusto que abra espacio al debate, que elimine los lugares comunes y
que garantice que los derechos fundamentales de las personas no son letra
que languidece en la Constitución".
Los periodistas que cubrimos el conflicto armado
también nos enfrentamos a ser manipulados por las fuentes, en este
caso las partes que se enfrentan por ambiciones de territorio y poder;
sentimos la presión del medio donde trabajamos porque los directores
exigen al máximo, resultados, y nosotros hacemos hasta lo imposible
para encontrar "chivas" o para que las noticias se vuelvan más
importantes que el mismo presidente de la república.
En este camino corremos enormes riesgos porque
antes que nuestra seguridad personal, llevamos la carga de responsabilidad
propia de nuestro oficio: nos interesa informar, divulgar noticias y a
veces olvidamos que también sentimos y sufrimos como seres humanos
el asesinato de personas, la muerte de los combatientes, el llanto de
familias que esperan noticias de un secuestrado. Algunos nos volvemos
insensibles, apáticos y hasta indiferentes, otros tratamos de ponerle
un poco de subjetividad a lo que informamos pero sin dejarnos amedrentar
por lo que está pasando.
Finalmente, quiero manifestar que el periodismo
es una de las más bellas profesiones que existen en el mundo, por
ello sería interesante que desde los medios se diera el debate
en torno a cómo los colombianos desean recibir noticias, que obviamente
sean verdaderas, pero que traten de sugerir el dolor, la muerte o la violencia
de una manera menos dramática y más conciliadora.
Informar con claridad desde televisión
no es una meta inalcanzable, por el contrario, podría resultar
más fácil desde este medio que se basa en imágenes
y que llega más directo a la gente por aquello de la precisión
y la inmediatez, pero teniendo en cuenta que, por encima de ideales políticos
o económicos, lo que prima es la enseñanza que los medios
le dejen al televidente que ya no quiere ver más sangre derramada
inútilmente sino que anhela un país en paz. Un deber y un
derecho de obligatorio cumplimiento según la Constitución
Política.
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