Comunicación Educativa
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Revista INTERACCION
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La convivencia pacífica en los medios, una cuestión de subsistencia. |
Por : Juan Carlos Pérez
Bernal
Director del noticiero Todelar y
Docente Universidad de la sabana
"O
cambiamos o nos cambian", dijo en su oportunidad el entonces presidente
del Congreso de la República, Fabio Valencia Cossio.
Casi dos años después de haberse pronunciado la premonitoria
frase, está demostrado que las cámaras no cambiaron por
su propia voluntad y entonces ahora todo indica que el cambio se hará
a la fuerza o, en el mejor de los casos, a regañadientes.
Eso le está pasando hoy a una de las instituciones más cuestionadas
en la vida del país. La mayoría de colombianos coincide
en que al Congreso le llegó la hora de las transformaciones.
Y, claro está, surgen muchas preguntas sobre el futuro de otras
instituciones, si bien menos cuestionadas, también en el ojo del
huracán. Por ejemplo: ¿Los medios de comunicación
están en trance de cambio?. ¿Están cumpliendo ese
compromiso histórico que les corresponde en un país agobiado
por la violencia y por la desesperanza?. ¿Están aportando
soluciones y señalando el camino hacia la convivencia pacífica?.
Estas preguntas pueden ser el punto de partida para evaluar lo que está
pasando con nuestros medios masivos de comunicación.
El debate, por supuesto, no es nuevo. Las posiciones van desde quienes
creen que todos los problemas del país se originan en la forma
como los medios cubren el conflicto armado, hasta quienes consideran que
estos simplemente son el fiel reflejo de una realidad y, en ese orden
de ideas, están cumpliendo de manera cabal con su deber de informar.
Claro está, se trata de posiciones extremas que, como tales, de
alguna manera se tocan. Sin embargo, hay otros elementos de juicio, diría
yo más valiosos, que nos ayudan a centrar el análisis sobre
el papel de los medios.
Así las cosas, no podemos perder de vista que son medios de comunicación
social. De allí se deriva un claro compromiso con el tejido sociopolítico
del país.
Para que los comunicadores y periodistas dimensionemos el reto que tenemos
al frente, debemos entender primero que más que una labor informativa
estamos desarrollando una tarea pedagógica de profunda repercusión
en el país.
De ahí se desprende un gran compromiso que no se puede echar por
la borda, con argumentos como el síndrome de la chiva, el afán
de rating o el compromiso con la fuente.
Para el avezado periodista - y uno de los exiliados de la guerra- Hernando Corral, "es necesaria la independencia de la fuente, sobre todo cuando ésta es uno de los actores del conflicto".
La observación es complementada por
el experto en medios Javier Darío Restrepo, cuando advierte que
"un militar que está proporcionando información no
está informando, está ejecutando una operación psicológica".
Aunque los anteriores planteamientos se han vuelto lugares comunes en
las discusiones entre reporteros, resulta bastante claro que con gran
frecuencia el periodista en Colombia no toma suficiente distancia de sus
fuentes de información.
Por consiguiente, el redactor en Colombia
cae de manera frecuente en uno de los más graves problemas e hijo
del conflicto armado , que consiste en no poder o no saber defenderse
de los que quieren sacar ventaja o de los que tratan de manipular la información.
Las razones son de variados estilos y van desde la aparente necesidad
de "cultivar la fuente" para obtener información de primera
mano -aquí no importa si esa información es amañada-
hasta el famoso caramelo de la primicia, fuente de seducción de
muchos comunicadores.
La falta de equilibrio se nota casi en todas las informaciones sobre el
desorden público aunque, en muchas oportunidades el mismo comunicador
es de alguna manera víctima de las circunstancias.
Durante un taller de comunicadores que se desarrolló recientemente
en El Socorro, Santander, se cuestionó, por ejemplo, el que los
directivos de los medios exijan al periodista desplazarse "como pueda
y a toda costa" al escenario de la noticia bélica.
Como es de suponer, la única forma de hacerlo es utilizando un
medio de transporte suministrado por uno de los actores del conflicto.
"Con esto, los directivos ponen en entredicho la independencia informativa
del medio; a la vez los combatientes están violando el derecho
internacional humanitario en la medida en que permiten que los redactores
( que son civiles) se conviertan en sujetos de un ataque militar",
observó Carlos Ríos, jefe de prensa del Comité Internacional
de la Cruz Roja.
La consecuencia de este modus operandi es la falta de compromiso del comunicador
con la verdad - por cuanto sólo nos está mostrando una sola
cara de la moneda- y un periodista que no está comprometido con
la verdad, menos puede estarlo con la convivencia pacífica porque,
claro está, cada vez estará generando más desconcierto,
uno de los principales aliados de la guerra.
Lo peor que puede pasarle a un país
en guerra es que se le vaya matando la esperanza. Y ese efecto psicológico
de masas se da en muchas oportunidades por cuenta de la falta de compromiso
social de los medios de comunicación.
Un rápido recorrido por los principales medios informativos del
país permite establecer que la convivencia pacífica no es
un tema que colma su atención.
Basta señalar cómo se utilizan de manera ligera vocablos
como "pesca milagrosa", "ajusticiamiento" o "minas
quiebra patas".
El primer término fue acuñado por los comunicadores hace
unos dos años a raíz del secuestro colectivo dirigido por
el guerrillero de las FARC conocido como Romaña, en la vía
al Llano. Aquí poco ha importado el que se le dé a un hecho
repudiable una connotación bíblica, como si se tratara de
un "Acto de Dios" o un "suceso de la naturaleza",
contra lo cual no hay mucho qué hacer. Hay que destacar eso sí que algunos medios han optado por llamar el delito como "pesca diabólica" o "pesca tenebrosa".
Ni qué decir del famoso "ajusticiamiento"
que, en palabras del periodista Jorge Sánchez-Vargas, "presupone
la existencia de un sistema establecido -social- que provea los mecanismos
para quitar la vida de seres humanos. "Y no creo que se pueda aceptar
que cualquier grupo, por numeroso, poderoso o ubicuo que sea, califique
sus acciones homicidas como producto de una "justicia" que el
grueso de la sociedad deba aceptar como legítima".
Algo similar ocurre con el término "minas quiebra patas",
producto de un tratamiento folclórico del lenguaje que, por esa
vía, logra el efecto perverso de minimizar un hecho atroz, que
ha merecido la más alta condena por parte de la comunidad internacional.
Estas son algunas muestras palpables de la forma ligera como se trata
la información sobre la guerra.
Sin embargo, hay que advertir que el problema de fondo está relacionado
con el manejo mismo de la información de orden público,
con el cual se privilegia el hecho destructivo sobre aquel que nos ayuda
a construir país.
"Los medios se denominan así mismos espejo de la realidad,
pero pasan por alto que un espejo nos muestra mucho más que lo
desagradable", observa Carlos Eduardo Martínez, de la Red
de Iniciativas por la Paz.
Recordamos con cierta desazón cómo para los medios prácticamente
pasó inadvertida la entrega del Premio Príncipe de Asturias
al Instituto Caro y Cuervo, en una pomposa ceremonia celebrada en Madrid,
España.
En aquella oportunidad la "noticia" que mereció despliegue
fue el ocasional encuentro en ese mismo certamen del Presidente de Colombia,
Andrés Pastrana, y el ex Presidente Ernesto Samper, cuyas diferencias
son bien conocidas. Es decir, se le dio más importancia a lo anecdótico
o a la noticia-espectáculo que a un hecho que fue destacado con
lujo de detalles por la prensa internacional, porque son muy pocas las
entidades, como el Caro y Cuervo, que dedican más de cien años
a construir el Diccionario del Régimen de la Lengua Castellana.
Algo similar ocurre todos los días con tantos hechos valiosos producto
del ingenio, la creatividad y la recursividad de los colombianos que,
no obstante, apenas sí merecen un registro de tres párrafos
en las páginas interiores de nuestros medios
Debido a ese criterio, pocos colombianos conocemos obras tan encomiables
como las granjas integrales autosuficientes, ejecutadas con las uñas
pero con mucho ingenio por la Fundación Hogares Juveniles Campesinos.
Así las cosas, la propia sociedad colombiana ha empezado a reaccionar.
Columnas como la del padre Alfonso Llano en el diario El Tiempo preguntándose
"¿Qué hacemos con los medios?", campañas
como la del Acuerdo por la Discreción , promovida por la Universidad
de La Sabana o iniciativas de ciudadanos inconformes que han llegado a
promover un "apagón" generalizado de medios, están
dando la vos de alerta.
..."O cambiamos o nos cambian"
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