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Cada experiencia de acercamiento a
los grupos humanos tiene su magia en cuanto representa un descubrimiento
de aquello que aparece velado por el encanto del primer encuentro.
Las reflexiones que le dan cuerpo a este escrito son el resultado
de un trabajo pastoral de la Parroquia de El Carmen de Viboral con
jóvenes bachilleres que prestan el servicio militar como
auxiliares de la Policía Nacional.
1. El principio de la igualdad
Los seres humanos somos iguales ante
Dios y ante la ley. He ahí una verdad de a puño en
virtud de la cual toda teoría ética debe llevarnos
a reconocer en el otro a alguien como yo. Vale decir, sujeto de
derechos y deberes, como también de valores, deseos y aspiraciones.
Sujeto en quien se fundamentan los principios de vida, humanidad,
igualdad, moralidad, filantropía, solidaridad y verdad.
La consideración de estos principios
éticos debería bastarnos para ver en cada persona
al ser por excelencia de la creación y respetarle ese fuero
ontológico que le es propio en calidad de tal. Pero ¿qué
ocurre en el diario trajinar de la existencia? Vivimos entre seres
_y a veces nos contamos entre ellos_ que parecen haber olvidado
la dignidad de la cual están investidos. Somos testigos de
acciones violatorias que dan al traste con cualquier principio ético:
se desconoce el derecho a la vida; se margina a las personas por
sus ideas, por su credo religioso, por el sexo, por la raza; se
vive en el despilfarro y el consumismo mientras hay seres humanos
que carecen hasta de lo esencial para la subsistencia; por doquiera
se respira engaño y falsedad; en las transacciones de diferente
orden se asalta a las personas en su buena fe; se abusa del desprotegido,
del más débil, del marginado; en fin, contemplamos
un panorama de miseria y dolor mientras permanecemos indolentes
en nuestra cómoda posición desde la cual difícilmente
pasamos a una acción efectiva en favor del otro.
La actitud de señalar al malo
parece atraernos más que la de hacer algo por la felicidad
de los demás. Cuánta razón tiene Fernando Savater
al afirmar que el malo es alguien que sufre, alguien carente de
afecto, inseguro, desprotegido. Si el mal cunde a nuestro alrededor,
¿por qué no miramos cuál ha de ser la acción
para contrarrestarlo?. Tal vez la realidad desgarradora de la época
que nos ha tocado vivir en Colombia nos esté pidiendo a gritos
el cumplimiento de un deber con el otro: el de hacerlo feliz. "Ponte
en su lugar" sería la regla de oro que nos enseña
el autor citado para ver en cada uno a ese ser que siente y ama
como yo, que sueña, que hace planes y desea verlos realizados,
que aspira a una vida digna y feliz, pero le queda muy difícil
conseguirlo por las circunstancias que lo agobian. Ver en el otro
a alguien que quiere ser libre para aprovechar la única oportunidad
que se nos da aquí y ahora a todos los humanos.
2. El hombre y sus valores.
Si definimos el valor como aquello
a lo que tiende la voluntad, nos encontramos con un espectro de
valores económicos, cívicos, políticos, culturales,
sociales, éticos, religiosos y hasta vislumbramos una escala
en la que figuran lo agradable y lo desagradable; valores vitales
como lo noble, lo común, lo sano y lo malsano, bienestar,
prosperidad; expansión vital que abarca: salud y enfermedad,
juventud y vejez; valores espirituales del siguiente tenor: estéticos,
jurídicos, culturales, estados afectivos como alegría
y tristeza, aprobación y desaprobación; valores religiosos:
lo divino, lo sagrado, el valor del culto y los sacramentos, sentimientos
de felicidad y desesperación, fe e incredulidad, piedad e
impiedad.
Como en una polifonía, dejemos
que sean los jóvenes participantes en esta experiencia de
reflexión y de fe en la vida quienes nos hagan escuchar su
propia voz: "Los valores para todas las personas no tienen
el mismo orden. Algunas pueden valorar más el dinero y ubicarlo
por encima de todos los valores; pero para otros la vida, la salud,
la libertad, pueden estar sobre los demás. La jerarquía
de los valores es diferente para todas las personas". "Cada
persona tiene su escala de valores diferente, ya sea por su forma
de pensar, actuar, su profesión o por su misma formación".
"La vida está llena de dificultades, y, más aún,
en una sociedad donde abunda la envidia contra la virtud. Para encontrarle
sentido a la vida hay que luchar durante toda la misma; porque siempre
tendremos atravesado en nuestro camino el dinero que corrompe y
entorpece la libertad para llegar al amor y la felicidad plena".
"Uno siempre debe tener una escala de valores, porque ellos
son parte de la vida diaria; como cuando uno nace en familia que
hace parte de ella, así los valores son parte de nosotros
mismos". "Para mí los valores son una parte esencial
de la vida y para saber valorar las cosas bellas que nos rodean,
como son nuestra vida, la familia y muchas otras cosas más".
"Los valores no son cosas que uno tiene, sino algo que vamos
aprendiendo en el transcurso de nuestra vida. Nosotros aprendemos
a apreciar un valor más que todo por lo que vivimos a diario".
"Me he concientizado sobre la importancia de los diferentes
valores en nuestras vidas. Son factor primordial en el transcurrir
de nuestros días, ya que son los que nos permiten aceptarnos
tal como somos. Nos permiten aceptar que somos iguales ante Dios
y ante la ley. Nos brindan respeto, paz y armonía".
"Cada uno le da un valor a las cosas. La belleza está
en los ojos de quien la mira, pero el valor en sí es lo que
queremos o admiramos. Debemos considerar que nuestros valores son
para practicarlos, para poderlos mostrar y para poder enseñar
cómo somos en realidad ". "Por valor entiendo lo
que la persona se estime en aprender las buenas costumbres y sobre
todo una buena educación. Lo pondré en práctica
aprovechando las oportunidades que me ofrece la vida para ayudar
a las personas y que la comunidad se vea bien organizada, como símbolo
de paz y educación". "Siempre debes decir: yo sí
puedo. Nunca digas: aquí me quedo. Porque al seguir tendrás
amigos, tendrás amores y serás libre. Los valores
debes cumplirlos. El amor, el respeto, la vida, son valores muy
significativos que podemos controlar y tener en cuenta. Sin ellos
estarías desnudo. Siempre llevas un granito de paz donde
quiera que vayas si crees en Dios y en tu familia".
Con razón se habla de los valores
como "una ventaja competitiva". En efecto, Hoy más
que nunca puede plantearse la formación en valores como una
estrategia para reconstruir el tejido social tan desbarajustado
en nuestro país por los ídolos que se han entronizado,
a saber: el dinero, el poder y el placer. Y todo ello a expensas
del ser, el servicio y la solidaridad. La corrupción carcome
las instituciones, empezando por el templo de nuestra democracia
que es el Congreso. Ni los tan llevados y traídos eufemismos
del "enriquecimiento ilícito" y de los "ladrones
de cuello blanco" logran mitigar el efecto nefasto de tan deplorables
acciones sobre las generaciones que empiezan a formarse en nuestras
instituciones educativas.
¿Cómo y por dónde
empezar? Lo dice Jorge Yarce en estos términos: "El
cambio y la transformación de la conducta, a nivel individual,
organizacional o social se basa no en cambio de tecnologías
o de procesos sino en la modificación de actitudes y hábitos
personales. A veces nos extrañamos de que el clima social,
las empresas o instituciones, o el mismo sistema social no mejoren.
Es que la raíz del problema no está en ellos. No es
un problema de cambio de estructuras. Es, ante todo, un cambio personal.
Si se da el cambio en la persona, (...) lo habrá en la familia,
en la empresa y en la sociedad" .
3. ¿Qué es el hombre?
Y he ahí el milagro del desvelamiento
provocado en una situación normal de aprendizaje. Se trata
del tema del hombre. ¿Qué es el hombre? Acude a nuestra
mente la concepción filosófico antropológica
para explicar ese complejo en el que cabe distinguir como elementos:
la razón, la voluntad, los sentimientos y los instintos.
¿En qué medida interactúan unos y otros para
formar ese ser maravilloso de la creación? Y desfilan por
la historia los representantes de la filosofía clásica:
Sócrates, Platón y Aristóteles, pilares sobre
los que Occidente ha fundado su racionalismo, vale decir, la concepción
del hombre como animal racional. Pero avanzan las concepciones fundadas
sobre la voluntad: al hombre como sustancia pensante se le asocia
aquella que lo concibe como expresión de la voluntad de vivir.
Y avanza el ideal del superhombre de Nietzsche. ¿Y qué
de los sentimientos? Surge el romanticismo, para el cual se establece
la supremacía del sentimiento sobre la razón. "Existir
es sentir" nos dirá Rousseau. Desfilan ahora el naturalismo,
el biologismo y el psicoanálisis en su afán por destacar
el papel de los instintos, el impulso sexual como determinante de
la conducta, y, en general, la teoría de Freud.
Frente a este panorama, la antropología
plantea el problema de cómo se integran esos elementos en
una unidad llamada persona humana, qué relaciones se establecen
entre ellos y cuál es la estructura que forman. Desde esta
perspectiva, y a la luz del humanismo cristiano, se enriquece la
reflexión en el sentido de aprovechar las posibilidades que
nos ofrece la escuela, la familia, la comunidad cristiana, la sociedad
en general, siempre y cuando sus orientaciones conduzcan al crecimiento
armónico del individuo en todas sus dimensiones, libre de
cualquier deformación caricaturesca proveniente de visiones
sesgadas o de actitudes manipuladas por intereses ajenos al desarrollo
integral humano.
Avanzamos en esta reflexión
hacia un humanismo realista, para el cual el hombre es el protagonista
de la historia. En tal sentido, la historia no es otra cosa que
la actividad del hombre en lucha permanente por alcanzar sus máximas
aspiraciones. El ser humano produce, transforma y crea. Mediante
su trabajo transforma la realidad exterior, se plasma en ella y,
a la vez, crea un mundo a su medida. El primer supuesto de toda
existencia humana y de la historia consiste en que los hombres deben
estar en condiciones de vivir para poder hacer historia. Pero para
vivir es necesario satisfacer las necesidades básicas: comida,
vivienda, vestido, educación, sano esparcimiento. Así,
el primer hecho histórico es la producción de los
medios para la satisfacción de estas necesidades, es decir,
la producción de la misma vida material .
Además de un ser activo y productor,
el hombre es un ser social, condición que lo convierte en
miembro de una colectividad.
Según la teoría de la
evolución, el hombre pasó de un estado primario a
uno más avanzado a medida que lograba su posición
erecta; así mismo, sentía la necesidad de comunicar
algo mediante el uso del lenguaje. "La necesidad creó
el órgano", se ha dicho y el hombre ha ido perfeccionando
los medios de trabajo.
4. El hombre y sus aspiraciones
"Todos los humanos estamos hechos
de la sustancia con la que se trenzan los sueños". El
pensamiento de Shakespeare resulta muy a propósito para encabezar
este último apartado en el que quisiéramos condensar
nuestra visión de lo humano, lo verdaderamente humano. La
grandeza del hombre se fundamenta en su permanente deseo de aspirar
hacia algo mejor. Deseo insaciable como manifestación de
su necesidad de trascendencia. Pese a las determinaciones de diverso
orden, que pesan sobre los pueblos, nuestra capacidad de actuación
puede elevarse hacia otras esferas en procura del cambio social.
El ser humano es agente de cambio,
gracias al dinamismo de la mente y del espíritu. Con razón
advierte el filósofo Baruc Spinoza : "Uno no es libre
sino cuando es consciente de sus determinaciones". He ahí
por qué se insiste en la necesidad de dispòner el
espíritu para el logro del bien común. Sólo
una mente abierta, ccapaz del milagro denominado expansión
de la conciencia, puede adaptarse a la velocidad de los cambios
tecnológicos de nuestra era y servirse de ellos como instrumentos
de progreso. Sólo una mente tal puede ayudar a otros en un
nuevo esfuerzo que supone una nueva educación para un hombre
nuevo.
¿Cuáles serían
algunos principios orientadores de esta nueva educación?
Ernesto Sábato concibe la escuela como un microcosmos en
que el niño aprenda lo que es una auténtica comunidad.
De ahí la necesidad de un sano equilibrio entre el individualismo
y el trabajo comunitario. En nombre del primero, se izan banderas
y se escuchan voces de quienes pretenden instaurar un orden en el
que el egoísmo está por encima de cualquier valor.
La habilidad para el trabajo en equipo, por otra parte, requiere
disponibilidad, apertura, interés por el otro, confianza
en sus realizaciones.
La escuela, en efecto, debe ofrecerle
un espacio para el descubrimiento de sí mismo, del otro,
y, por ende, del mundo circundante, "pues el hombre que se
pretende rescatar en esta deshumanización que en nuestro
tiempo ha provocado la ciencia generalizadora, es el hombre concreto,
el de carne y hueso, que no vive en un universo matemático
sino en un rincón del mundo con sus atributos, su cielo,
sus vientos, sus canciones, sus costrumbres; el rincón en
que ha nacido, amado y sufrido, en que se han amasado sus ilusiones
y destinos"
Esta es la escuela nueva que se necesita
hoy para convertir en realidad el compromiso del ser humano con
el universo. Quizás no estemos demasiado lejos de este sueño
si encontramos personas dispuestas a adoptar como propia la empresa
de entender y aceptar al otro con sus virtudes y debilidades, con
sus cualidades y defectos, en una palabra, a acogerlo como a alguien
que merece ser tenido en cuenta.
AMANDA BETANCOURT ARANGO Miembro
de Cedal
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