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¡Un año fue suficiente
para detenerme y reflexionar sobre mi existencia!. Tuvo lugar un
silencio en mi calma; un silencio tembloroso en las preguntas y
reproches de las voces ocultas y ajenas.
Mi vida parecía una pregunta
sin respuesta, o una respuesta sin ninguna pregunta; mi alma era
una bola de cristal que se desbordó y cayó hasta hacerse
pedacitos cristalinos que me hicieron sentir que me había
derrumbado. Me secuestré en mi propio yo, dentro de cuatro
paredes, incrustada en una cama y eso permitió que mis pensamientos
me mantuvieron en vida. Los días eran tiempo perdido y las
noches un derroche de melancolía; mis ojos en decadencia,
mi agonía era evidente. Me sentía culpable de la vida
de los problemas de la gente; lo externo y lo interno se refundieron
ahogadamente y sin salvavidas me hundía en mi propio llanto.
Las frustraciones no se hicieron esperar; nada había hecho
desde que nací, nada había logrado por mis propios
meritos, todo era negro, todo era dolor; mi rostro refleja el cansancio
de haber vivido diez mil historias en un día, repitiendo
lo mismo o creciendo cada vez más.
Pero mis sentimientos eran el motor
y el combustible para seguir soñando; escribí en palabras
cortas pero valiosas lo que había en mí, despertando
un yo frustrado con el trajín diario de las personas que
sin darme cuenta se habían ocultado. Historias en versos;
surgió un nuevo ser, un nuevo yo, dando razón a lo
que debía tener que desde un comienzo. Las palabras fueron
la solución a mi decadencia, a la falsedad de mi pertenencia,
a la hipocresía a la que me había acostumbrado. ¡Eran
la mejor medicina para mi enfermedad!. Hubo desde entonces una claridad
más amena, descubrí el talento de sentir y expresar,
un talento que me libera del más absurdo dolor; un talento
para en caso de depresión, un sueño de querer ser.
...ahora mi ser está dibujado
en lindos sueños que están calcándose en la
realidad para que no todo sea sueños en poesía, sino
una poesía en vida...
E-mail:
linamafer@hotmail.com
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