La
especie humana requiere la intercomunicación entre sociedades y su asociación
orgánica en la escala planetaria.
Varios investigadores
y entre ellos, Edgar Morin han tomado conciencia de la comunidad de destino terrestre,
de la solidaridad con este planeta, del compromiso de ordenarlo o morir.
Asumir
la ciudadanía terrestre es asumir nuestra comunidad de destino (Morin,1999:213).
La supervivencia
de la comunidad humana no es posible sin una actitud ética, nos dice Hans
Küng (Küng, 1990:58). Dentro de un respeto
mutuo se debe caminar hacia una ética planetaria. Ante problemas de tanta
complejidad, toda ética se ve constantemente comprometida con enormes situaciones
de conflicto y colisiones de deberes tanto en el ámbito individual como
social.
Las interacciones
entre individuos producen la sociedad y ésta tiene efecto retroactivo sobre
los individuos por la cultura. Son la cultura y la sociedad las que permiten la
realización de los individuos y, a su vez, son las interacciones entre
los individuos las que permiten la perpetuación de la cultura y la autoorganización
de la sociedad (Morin, 2000:40). Así, en una
concepción desde la complejidad, la sociedad como un todo está presente
en cada individuo, en su lenguaje, su saber, sus deberes y sus normas.
Después
del atentado del 11 de septiembre del 2001 a los emblemas económicos y
políticos de Estados Unidos, el horror, el repudio, la incertidumbre, el
miedo han invadido al planeta. Aumentan las voces de protesta contra una escala
de violencia sin fin, mediante bombardeos y armas convencionales para atacar un
terrorismo sin rostro definido, que reclama justicia y no venganza, inteligencia
, prudencia, diplomacia y tolerancia y no destrucción y muerte.
Analistas
de todas las tendencias coinciden en lo fundamental: un cambio en la política
exterior de Estados Unidos hace posible un mundo sin guerras.
Se abre
un nuevo reto a la función social de la información sobre los conflictos
y la guerra. La autodiscreción de las cadenas televisivas norteamericanas
no permitió la presentación de mutilados, sangre y muertos de la
tragedia reciente de Nueva York.
Los esfuerzos
y privaciones de los reporteros de los bombardeos a Afganistán han estado
marcados por la dificultad para mostrar imágenes y por el acceso a fuentes
de información fiables.
Es importante
que en estos procesos primen los principios éticos por encima de cualquier
otra tentación de espectacularidad. El reportero de guerra en cada caso
concreto discierne cuando es necesario o no exponer su vida en aras del derecho
a la información veraz del público.
Una población
civil afgana pobre, hambrienta, desesperada, no puede ser el blanco de las víctimas
de estos ataques furiosos, producto de la sed de venganza de un pueblo norteamericano
atacado en su propio territorio, como algo excepcional en doscientos años.
Este acontecimiento ha propiciado la búsqueda de un frente común
de países aliados y ha inspirado cursos y talleres referentes a la "cobertura
de la guerra contra el terrorismo" dirigido a los reporteros y periodistas
de conflictos, y en los cuales el aspecto ético ocupa un lugar preponderante.
LA FASCINACIÓN DEL
MAL EN LA INFORMACIÓN
En
este siglo XXI que estamos iniciando se insiste en nuestra sociedad de la información
y del conocimiento, en el carácter predominante de estas dos dimensiones
en la configuración de los individuos y de la especie humana. Es un fenómeno
provocado por las transformaciones tecnológicas, el nuevo paradigma de
su convergencia y las redes como soporte de la sociedad de la información.
Todo ello representa grandes
retos para el ejercicio profesional informativo, no tanto desde la ética
profesional tradicional, sino desde la ética planetaria. Cada vez está
más extendida la percepción de que existe una interdependencia entre
todos los seres, de que hay un origen y un destino comunes.
La ética que preside
la preocupación común de la humanidad es la ética de la solidaridad,
de la responsabilidad, del diálogo, de la paz, o sea, una ética
holística, según la cual, las diferencias revelan la complejidad
y la riqueza de la única humanidad (Boff, 2001:85).
En ella el mal continúa incesantemente por diversas razones que se completan
y se potencian continuamente. Muchas de esas razones residen en la historia de
nuestras culturas, en circunstancias internas y externas y en nosotros mismos
los seres humanos. Cuando nos referimos a la fascinación del mal, estamos
significando algo así como seducción, encantamiento, hechizo, emoción
(Concilium,Häring, 1998:11).
Pensar en la violencia suscita inevitablemente emoción. Por ello, para
los periodistas, informar sobre la guerra es más emocionante que informar
sobre los procesos de paz.
La fascinación del
mal es plenamente un tema de política social y cultural, un tema de vida
pública, de información mediática y de vida religiosa. Muchos
investigadores se preguntan si es posible que exista una sociedad sin violencia,
si la sociedad es capaz de sustraerse al atractivo de la violencia, sí
los seres humanos han heredado la agresividad de los animales o, si por el contrario,
han heredado una inclinación natural hacia la cooperación (Concilium,
Baum, 1998:30).
En la superación
del mal y en el empeño por desenmascarar su fascinación, los modelos
presentados por las religiones desempeñan un papel importante. Pero independientemente
de los tratados teológicos escritos sobre el bien y el mal en el curso
de la historia de la humanidad, lo que aquí nos ocupa es cómo se
informa y cómo se representa el mal en los medios de comunicación
masivos. El gran mal de la humanidad está hoy representado en el terrorismo
bajo todas sus modalidades.
La revolución electrónica
e informática también ha afectado la naturaleza de la guerra tanto
como la naturaleza de los medios de información. Las páginas Web
y el correo electrónico son empleados para contrarrestar la prensa oficial
o la información del establecimiento.
El
monopolio de los medios audiovisuales sobre la prensa escrita estimula el consumo
irreflexivo y evita el análisis crítico de la información
sobre guerra y violencia. Estas, a su vez, son noticia cuando afectan a los países
centrales en forma directa o indirecta; lo demás es irrelevante para el
sistema internacional de comunicación (Concilium, Parker,
2001:28).
La guerra electrónica
posibilita encubrir la guerra y la mente, como ocurrió en la guerra del
golfo. Algo similar está ocurriendo a partir de los sucesos del ataque
a Estados Unidos y su respuesta de bombardeo a Afganistán.
Los medios de información,
por su inserción en la economía global, promueven un conjunto de
formatos y contenidos que estimulan las comunicaciones consumistas y el sensacionalismo.
Todo ello ha contribuido a conformar una opinión pública más
favorable a una resolución militar, más que diplomática de
los conflictos.
La visión y el filtro
del periodista ya lleva en sí una forma de incidir en el imaginario social
de los ciudadanos para interpretar el bien y el mal del mundo que les rodea.
Se han escrito muchos tratados
referidos a la información sobre la violencia, las guerras y los conflictos,
y en todos ellos se insiste en el compromiso del periodista con la paz y la convivencia
social. El enfoque y tratamiento de una información puede exasperar a las
partes en conflicto y contribuir a su distanciamiento y crueldad, así como
a lo contrario: al reconocimiento de su irracionalidad y a la necesidad de negociar
sin llegar a un costo social muy alto en vidas humanas sacrificadas.
Los reporteros de guerra
de gran trayectoria, como el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, quien ha vivido
las entrañas de 27 revoluciones y la caída de dos imperios, nos
dice:
"La guerra no puede
cubrirse objetivamente porque es hecha por los hombres y ellos son sus responsables...
la guerra no es algo abstracto; para mi es un horror y yo no puedo pasar como
objetivo ante el horror... La guerra es una tragedia humana en la que nunca gana
alguien. Todos pierden" (Kapuscinski, 2001:37).
Este reportero aconseja
a los periodistas dominar el tema del conflicto y tener el mayor contexto del
problema para no ser dominados por él. De hecho, es la actitud tomada ante
este tipo de información, la que establece la diferencia de las subjetividades.
En una ética planetaria
hay que tomar partido por la sobrevivencia y el bienestar social de la humanidad
en su conjunto.
La presentación de
víctimas o cadáveres como trofeos en cualquiera de los bandos, lesiona
la sensibilidad del público y viola el derecho a la propia imagen de los
sacrificados. Es una degradación informativa que convierte en espectáculo
lo que debe ser motivo de luto, reflexión y dolor, como manifestaciones
de la celebración del duelo colectivo.
Los medios informativos
son cuestionados frecuentemente por la tendencia al sensacionalismo que produce
la fascinación del mal.
Como empresas informativas,
los medios masivos son instituciones mediadoras que comparten la responsabilidad
y ética social con los periodistas, redactores, fotógrafos y en
general con todo el equipo humano que le da forma al acontecer cotidiano de interés
general.
Escenas de sangre, mutilaciones
y desastres humanos deben ser presentadas, cuando sea necesario, con respeto,
mesura y en planos visuales muy generales que no signifiquen un acercamiento de
la cámara morboso y repulsivo.
Algunos medios informativos
en Colombia han llegado a firmar acuerdos discrecionales en el cubrimiento de
la información sobre la violencia y el conflicto armado. Se han tenido
algunos resultados favorables, pero se ha constatado lo difícil que resulta
para algunos medios, ceñirse a estas normas, por la tentación de
la información – espectáculo.
Existe un consenso sobre
la autorregulación de los medios de información en el cubrimiento
de la violencia y la guerra, como acción más efectiva que la censura
y las normas prohibitivas. En efecto, el compromiso ético de esta mediación
debe estar referido a la convivencia social y a la construcción de la paz.
LA REPRESENTACIÓN
DEL MAL EN LA FICCIÓN
La
ficción en la literatura, en los dramatizados radiales o televisivos, el
teatro o el cine se inspira en la realidad, por lo general, aun las películas
de ciencia ficción.
Si bien
es cierto que la realidad supera la ficción en muchos aspectos que son
representados, también lo es el hecho de que el mal cuando es dramatizado
suele exagerarse de manera apologética.
Las telenovelas
y dramatizados televisivos, las series de acción suelen dedicarle al mal
y sus fechorías casi todos los capítulos o secuencias y sólo
al final los malvados reciben su castigo, demostrando así el medio su carácter
eminentemente conservador y respetuoso del orden y las normas establecidas.
Una sociedad
hastiada de los atropellos del mal en todas sus formas cotidianas requiere de
un entretenimiento que le muestre modelos de superación y grandeza humana,
sin que ello signifique la representación de una sociedad ideal libre de
conflictos, pero que estimule el ánimo de búsqueda de sentido a
la vida individual y colectiva.
Deben operarse
cambios sustanciales en la ficción a la luz de una ética planetaria.
A veces
se cree ingenuamente que la ficción es de libre inspiración y no
está sujeta a ninguna ética. Cuando así se piensa, se ignora
el carácter público – educativo que adquiere la ficción al
pretender socializarse por cualquier medio, y el papel que juega en la formación
de los imaginarios colectivos de la ciudadanía. Cuánto puede educarse
con imágenes y parlamentos de alto nivel, que huyan de la mediocridad y
la trivialidad.
Lo más
delicado en este aspecto es la confusión que se crea en el público
cuando aconteceres de la vida real son posteriormente dramatizados, no pudiendo
distinguir si en realidad aconteció, o lo vivió sólo en la
ficción.
Hace poco
en Estados Unidos se dramatizó uno de los casos de crímenes cometidos
por adolescentes en una escuela. Antes se había hecho un despliegue de
esa tragedia, así como programas de análisis y de opinión.
Fueron tres versiones del mismo acontecer.
Algunas
personas que siguieron este hecho a través de los medios informativos,
al final no sabían distinguir qué era realidad y qué era
ficción.
Es un caso
en el que la información - espectáculo del mal se impone sobre el
derecho a la información veraz y responsable del público.
La realidad
superó a la ficción de Hollywood en los ataques a las torres gemelas
de Nueva York. Esas imágenes terribles quedarán grabadas en la mente
de todo el mundo.
Dentro de
los imperativos mínimos de una ética mundial figura la ética
del cuidado como relación de preocupación por proteger la vida y
por garantizar los derechos de los seres humanos y de todas las criaturas, la
convivencia en solidaridad y comprensión.
El mal en
los medios informativos se identifica, casi siempre, con la violencia, el crimen,
el terrorismo, la drogadicción, el tráfico de seres humanos, la
sexualidad exagerada y los desastres naturales. El mal procede de la angustia
por una vida absurda y de la fetichización de cosas y personas.
El sensacionalismo
exagerado en la información va dirigido a las pasiones, a despertar en
el público los apetitos inframorales, a la curiosidad morbosa para facilitar
sensaciones nuevas.
"Todo
sensacionalismo que excite las pasiones o provoque la curiosidad morbosa es inmoral
y, por tanto, opuesto a la deontología periodística" (Brajnovic,
1978:147).
El periodista
debe tener siempre presente el bien común, por el carácter social
de la profesión. Debe saber, con la fidelidad responsable, cómo
informar.
El derecho
a la información del público debe guardar coherencia con la libertad
de expresión responsable del informador.
El mal,
en cualquiera de sus tratamientos : informativo, ficción u opinión
ha de tener como eje orientador los postulados de una ética planetaria.
Libertad
y responsabilidad constituyen un binomio indisoluble en la organización
social y, por ende, en el desempeño profesional informativo.
La libertad
responsable de un ser humano es la garantía del ejercicio de la libertad
del otro.
Para el
periodista sensible al sufrimiento ajeno y dispuesto a remediarlo, desaparece
la fascinación del mal en la información y en la ficción.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS:
- Boff, Leonardo.
(2001) Ética planetaria desde el gran sur. Madrid, Editorial Trotta.
- Brajnovic, Luka.
(1978) Deontología periodística. Pamplona, Ediciones Universidad
de Navarra.
- Concilium. (1998)
Revista Internacional de teología #274 febrero.
Estella, Editorial Verbo Divino.
(2001) # 290 - abril.
- Desantes, José
María. (1976) La Función de informar. Pamplona, Ediciones
Universidad de Navarra.
- Küng, Hans.
(1992) Proyecto de una ética mundial. Madrid, Editorial Trotta.
- Morin, Edgar.
(1999) Tierra patria. Buenos Aires, Ediciones Nueva
visión.
- Los Siete
Saberes necesarios para la
educación del futuro. Bogotá, UNESCO.
- Revista Mexicana
de Comunicación (2001) #69, junio – julio, México D.F.
- UNESCO. (1999)
Informe mundial sobre la comunicación. Madrid, Huertas Industrias
gráficas.
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