La Crisis
Financiera Argentina: Lectura política,
histórica y psicológica
Dr. Ángel Rodríguez
Kauth (*)
1- A MODO DE INTRODUCCION:
Es necesario advertir al
lector que escribir sobre la marcha de los acontecimientos políticos, económicos
y sociales no es tarea sencilla. Puede aparecerlo ya que se tienen las imágenes
frescas de lo que está sucediendo, pero falta la distancia óptima
que permita evaluar serena y maduramente lo que ocurre o ha ocurrido recién.
Sin embargo, es preciso afrontar los riesgos de caer en las trampas de la subjetividad
si se desea transmitir la realidad -tal como es interpretada por quien la escribe-
en momentos en que Argentina está protagonizando hechos históricos
que la han de marcar de modo radicalmente diferente al acostumbrado. El pueblo,
mi pueblo, está aprendiendo a decirle BASTA a la corrupción de los
políticos, los jueces, los gremialistas, los banqueros y todos aquellos
que se han enriquecido ilegítimamente en el último cuarto de siglo.
En estos momentos se ha
llegado a una situación paradójica: se reclama que "se vayan todos".
Esto incluye a los dirigentes políticos de partidocracias obsoletas; a
los economistas que con sus recetas crípticas han sido cómplices
del saqueo del país; a los jueces y magistrados que se aliaron a tal complicidad,
comenzando por los del más alto organismo jurídico: la Suprema Corte
y los sindicalistas que se enriquecieron traicionando las demandas de sus representados.
Obvio es que no faltan los analistas comprometidos con el establishment que señalan
que esto llevará a la anarquía, ya que para poder gobernar o dirigir
hace falta "experiencia". De más está decir que el argumento es
históricamente un disparate. Todas la revoluciones sociales han implicado
un paso breve por la anarquía y el desorden, hasta que los "nuevos" aprendan
a hacer sus trabajos sin las artimañas que nos han hundido en la oquedad
de un pozo que no encuentra su límite final.
Lo que no se puede reconocer
todavía es que se está escribiendo una nueva historia y su redacción
se hace en las calles, en los barrios, con asambleas de vecinos -de diferentes
extracciones sociales y económicas- que no permiten la asistencia de políticos
ni de banderas que los representen. Es muy probable que de ahí surjan los
nuevos dirigentes; esperemos que sea para mejor.
2-LA SOBERBIA DE LA OMNIPOTENCIA:
Ya
en otra oportunidad (Rodriguez Kauth, 1998) señalé que el tema de
las finanzas no es precisamente uno de los acápites de la economía
que mayormente interesen a la Psicología en general y a la Psicología
Política en particular. Sin embargo, el decurso de los hechos políticos
y sociales en la Argentina me han hecho variar de opinión y creo que es
hora de entrar a tratar el tema en cuestión para poder entender de alguna
manera el "malestar" (Freud, 1930; Bleichmar, 1997) que se manifiesta con diversos
síntomas patológicos -orgánicos, psicológicos e, incluso,
sociales- en las grandes masas poblacionales del país.
Sin dudas que con la metodología
de los "cacerolazos" y las manifestaciones populares callejeras que se pusieron
de moda como forma de protesta a partir de la segunda quincena de diciembre de
2001, el pueblo creyó poder terminar con la aplicación a pie juntillas
del modelo capitalista perverso que desde la última dictadura militar (1976-83)
ha venido imponiéndose en el país bajo el mandamiento de los ocupantes
pretorianos nativos, pero que había sido pergeñado desde las metrópolis
imperiales. Ahora estamos todos contentos, ¡al fin hemos sido los protagonistas
autónomos e independientes de nuestra historia!. Haciendo un parangón
analógico con lo que sostenía Riesman (1950) sobre los individuos
dirigidos desde "adentro" y los que lo son desde "afuera", pareciera que hemos
elegido nuestro destino desde adentro mismo de nuestras entrañas.
Pero ... pareciera que siempre
surge una conjunción adversativa que pone palos en la rueda para no dejar
que todo tenga un final feliz, como en las películas románticas.
Esa conjunción adversativa la encontramos en que con las medidas de política
económica puestas en marcha por el nuevo gobierno de Duhalde (1),
ya han empezado a surgir críticas duras y hasta conductas perversamente
engañosas. ¿Acaso no estábamos hasta no hacía más
que un mes atrás la mayor parte del pueblo llano convencidos de que la
deuda pública era no solamente inmoral (Castro, 1985), sino que también
era impagable?; ¿no es que atribuíamos todos nuestro males a la odiosa
deuda externa cuyos reembolsos periódicos esquilman nuestros recursos y
no nos permiten un crecimiento y desarrollo social y económico sostenido?;
¿no era que pedíamos -a gritos- una devaluación para lograr recuperar
la economía nacional teniendo una moneda que fuese competitiva en el mercado
internacional para que facilitase las exportaciones?; ¿no queríamos ser
un país soberano que terminara con la dictadura de la "patria financiera"
que se instaló desde el Proceso de Reorganización Nacional que tanta
sangre dejó en las calles, gracias al operar de los genocidas militares?.
Pues bien, la propuesta
de política económica hecha originariamente por el efímero
Presidente -una semana- Adolfo Rodriguez Saá y retomada parcialmente por
Duhalde pareciera que ha venido a satisfacer aquellas demandas. Públicamente
-en su primer discurso- reconoció que el país está quebrado,
que está fundido y que la cesación de pagos no es producto de la
retórica verbal, sino que es una realidad a la que debemos enfrentar. El
país ha dejado de ser confiable, tanto para los prestamistas internacionales
como para los locales, no existe el crédito; en los últimos meses
apareció un síndrome desconocido -el del "riesgo país"- que
día a día crecía como un tumor maligno que consumía
nuestras células y órganos. Claramente lo dijo el Presidente (2)
en su mensaje de asunción ante la Asamblea Legislativa que lo designó
para completar el mandato restante del gobierno abandonado por la Alianza. Gobierno
que huyó en medio del caos y la batahola popular de los "cacerolazos".
En aquel discurso Duhalde señaló que no se pagaría la enorme
deuda externa que estrangula, no solo a las arcas fiscales, sino también
a los bolsillos de cada habitante que son los que llenan esas arcas con su sacrificio
y que ha llegado a arrastrar a la miseria a grandes sectores poblacionales que
se han visto asediados por el fantasma de la desocupación.
Sin embargo, a poco de asumir
han surgido voces de protesta contra su programa; no a causa que el mismo disguste
intrínsecamente en sí, sino porque afecta los intereses de los pequeños
ahorristas que han visto -con alarma- como sus depósitos a plazos fijos
en dólares norteamericanos eran prácticamente confiscados por, al
menos, un año. Es decir, las consignas que se gritaron entre el batir de
cacerolas parece que no eran tan verdaderas, que poco nos importa ser una nación
independiente de los poderes transnacionales de la globalización. Es como
para sospechar que la volteada de un gobierno fue producto de las medidas económicas
impuestas por De la Rúa, más que por sinceros deseos de recuperar
la soberanía nacional, la cual hace varios años que fue entregada
al mejor postor.
El protagonista que produjo
la huida del gobierno de De la Rúa fue la clase media -la pequeña
burguesía nacional- la cual se convocó en las calles de los barrios
para marchar hacia la histórica Plaza de Mayo a pedir la renuncia del gobierno.
Fue duramente apaleada por la represión; muchos creímos ver un acto
revolucionario en el que se deja la vida por una causa altruista. Estuvimos equivocados,
lo que les interesaba era salir del "corralito" financiero que le habían
impuesto. Esto se hizo patente cuando por los medios de comunicación nos
enteramos que individualmente se habían hecho presentaciones ante la justicia
para reclamar por sus derechos ... pero nadie de los que ahí estuvieron
se presentó -ni individual ni colectivamente- para reclamar por el derecho
a la salud de los enfermos que están desprotegidos de ella, ni por el derecho
a la alimentación digna de los millones de habitantes que sufren crómicamente
de hambre y mala alimentación, como así tampoco por la protección
de los derechos humanos de segunda generación que fueron avasallados por
un gobierno que llegó a gobernar de la mano de prometer la vigencia de
todos los Derechos Humanos.
Es que la cultura de la
solidaridad social de nuestra clase media no existe, cada uno se rasca para sí
y no le interesa ni se preocupa por rascar a otro que le pica y no tiene manos
con que rascarse. Es triste decirlo así, pero no es más que la cruel
realidad que atraviesa el imaginario social de la pequeña burguesía
argentina. Curiosamente, sus deseos de ser satisfechos en sus demandas -legítimas,
por cierto- los han hecho caer en la trampa de utilizar los mismos argumentos
que emplean los agentes de las empresas multinacionales, en especial las españolas
(3), para desprestigiar la política económica trazada
por Duhalde y que apunta a satisfacer las necesidades que la inmensa mayoría
de la población dijo que tenía. Más, como se verá
al finalizar este texto, no somos creíbles, no solamente para los acreedores
externos que ya no nos fían ni el saludo, sino tampoco lo somos para nosotros
mismos. Una cosa es lo que decimos y otra muy diferente la que hacemos.
Vivimos una época
-en el mundo entero- en que se han trivializado, banalizado, los análisis,
las explicaciones, el pensamiento y el discurso político (Rodriguez Kauth,
2000). También la "clase política" sufre de soberbia y arrogancia
al no saber escuchar las voces de protesta que surgen del seno mismo del pueblo,
ellos solamente se aprovechan de la política para sus mezquinos intereses
personales. Con frecuencia recurren a los fríos datos estadísticos,
aunque los mismos solamente sirven para utilizarlos como aplicaciones cosméticas
del horror que ellos provocan según sea quien recurra a los mismos. Intentaré
que la presentación que continúa supere dicho nivel de superficialidad
para ser capaces de comprender la profunda angustia y el dramatismo con que la
población vive la cruda realidad argentina.
3-HISTORIA ECONOMICA,
SOCIAL Y POLITICA DEL ULTIMO CUARTO DE SIGLO:
El último cuarto
del Siglo XX ha sido el peor período -de sus casi doscientos años
de vida independiente- que ha sufrido la Argentina desde el punto de vista financiero,
lo cual ha repercutido ineludiblemente en desmedro de la calidad de vida social,
económica, política y psíquica -psicosocial- de la población
toda. Esto último merece ser destacado, ya que sobre lo primero existen
estadísticas certeras que los confirman, mientras que sobre la vida psíquica
individual -y colectiva- normalmente es dificultoso encontrar datos al respecto.
Sin embargo, la División Urología del Hospital de Clínicas
de Buenos Aires ha informado públicamente que desde que se instaló
el "corralito", un 50% de los pacientes que atienden en consulta -mayores de 50
años- son por pérdida de la libido, es decir que el apetito sexual
de los "machos" está en baja; y esto bien puede leerse como una figura
metafórica.
Desde
el 19 de diciembre de 2001 que los argentinos nos consideramos los campeones mundiales
en eso de voltear gobiernos y creer que hemos terminado definitivamente con modelos
económicos perversos y -parcialmente- con sistemas políticos caducos,
esto último por la corrupción que impera entre sus dirigentes. Desde
que a fuerza de hacer ruido con cacerolas, ollas, sartenes, cucharones o latas,
una pueblada popular logró echar al gobierno presidido por De la Rúa,
por inoperante y, sobre todo, por su alianza perversa con un modelo económico
que llevó a la miseria al pueblo que habita el territorio; pasando casi
inmediatamente por la expulsión de otro breve gobierno interino que cruzó
la raya de lo previsible en expresiones populistas y que se rodeó de la
adhesión de políticos con frondosos prontuarios judiciales. Entonces
nuestra soberbia hizo que creyéramos que poco menos que habíamos
protagonizado la Revolución Francesa o la volteada del infame Muro de Berlín.
Esta característica
de pretender ser que somos más de lo que realmente somos, ya la señaló
hace casi un siglo el ensayista argentino Manuel Gálvez (1910), cuando
escribía que "No recuerdo quién aseguró que la mentira
es el vicio nacional. Yo agregaría que toda nuestra viveza es un continuo
truco. Sobre todo en política. Vivimos mintiendo, engañándonos
mutuamente ..."; a lo cual agregaba más adelante que "El argentino,
superficial y exhibicionista, tiene la arrogancia del ignorante engreído
y práctica un arribismo desenfrenado, ostentando sus afanes...". Esto
se vivió de manera palpable durante la gestión de Martínez
de Hoz, la época de la "plata dulce", en que nuestra pequeña burguesía
creyó que había tocado el cielo con las manos porque podía
viajar a Miami a comprar electrodomésticos a precio de regalo para lo que
valían en el comercio local. Y otro tanto ocurrió durante la fiesta
menemista, el "y a mí que me importa" de lo que ocurra con el país
mientras yo pueda gastar en automóviles importados de Europa o en una misera
picadora de carne traída de la China fue el lugar común al que se
recurría cotidianamente. Ni a los industriales nacionales les importaba
mayormente ver como se destruían sus industrias, total ellos ahora se iban
a ocupar de otro negocio: el de la importación, con lo cual ampliaban las
ganancias y sin tener que lidiar con las demandas -siempre consideradas excesivas-
de los trabajadores.
Desde una lectura ingenua,
puede atribuirse la crisis que atraviesa nuestro país a los 42 meses de
recesión sostenida, la cual se refleja de manera sencilla en tres ejercicios
fiscales en que hubo un índice de inflación negativo, es decir,
el consumo estuvo paralizado, lo cual acarreó que también la producción
se detuviera y que los sectores más empobrecidos de la población
se hundieran en la miseria; mientras que las capas medias y medias altas vieran
reducidos considerablemente su nivel de vida (Minujín y Kessler, 1995).
Más aún, se calcula que a finales de 2001 ocho mil miembros de estos
sectores pasaron a la pobreza e indigencia. Todo esto fue producto de aplicar
una política capitalista -dictada desde las metrópolis globalizadas
del Nuevo Orden Mundial- agresiva y que no tuvo miramiento alguno para con nuestra
realidad. Política que fue aceptada por los gobiernos títeres, especialmente
el de la última década del siglo, el cual vivió lo que se
conoce como "la fiesta menemista" durante los primeros 5 a 6 años del período,
merced a la privatización de las empresas públicas (4),
un endeudamiento desmedido que no tuvo por objeto la inversión para el
desarrollo y una altísima nivel de corrupción.
Más, al iniciar el
escrito señalaba que el desastre financiero estuvo impreso durante los
últimos 25 años. Esto no se contradice con lo expresado posteriormente,
ya que se puede considerar como el puntapié inicial de la crisis a la época
de la dictadura militar que gobernó con mano fascista la política
interna, aunque desde el punto de vista económico y financiero se manejó
bajo la más pura ortodoxia capitalista (5) comandado por la
mano de un economista como fue Martínez de Hoz, que para la aplicación
de tal modelo necesitó apoyarse en las armas de los militares genocidas.
La desnacionalización
de la producción y la industria nacional, como así también
del endeudamiento espurio no finalizó con el advenimiento de la democracia
conquistada por el pueblo. Por el contrario, gracias a la aplicación de
diversos ardides, esa política económica perversa continuó
hasta iniciado el nuevo milenio con el apoyo cómplice de los gobiernos
que se sucedieron hasta la fecha.
Ninguno de los tres gobiernos
constitucionales -no quiero decir democráticos- que tuvimos en los siguientes
20 años del término de la dictadura fueron capaces de romper con
el cepo de acero que se tendió alrededor del país en política
económica, social y financiera. Por el contrario, pese a sus declamaciones
de tono populista, profundizaron al modelo.
Durante el período
1940-60, Argentina fue una casi potencia industrial periférica, pero tal
condición la fue perdiendo de manera paulatina hasta los años 70
y luego lo hizo aceleradamente en un proceso regresivo o involutivo. El nivel
de vida de la mayoría de la población es de peor calidad a aquellos
años, en tanto que la deuda pública se ha acrecentado en alrededor
de veinte veces más que cuando se inició la dictadura militar. En
la actualidad ésta es de unos 160 mil millones de dólares, mientras
que en 1976 no alcanzaba a los 8 mil millones. A lo cual hay que agregar que el
país ha pagado a los acreedores unas 25 veces más de lo que se debía
a mediados de la década de los '70; gracias al sistema usurario de intereses
se ha pagado más de lo que se debe acumulativamente.
A continuación veamos
una tabla comparativa por años, monto de la deuda y los servicios de la
misma que fueron pagados en concepto de amortización de capital más
intereses devengados. La misma está expresada en millones de dolares y
originada en fuentes del Banco Central de la República Argentina.
Deuda externa argentina
Año..........Deuda.................Servicio
pagado
1975..........7 875
1976..........8 280................1 616
1977..........9 679................1 849
1978..........12 496...............3 310
1979..........19 034...............2 255
1980..........27 072...............4
182
1981..........35 671...............5 390
1982..........43 634...............4 875
1983..........45 087...............6 804
1984..........46 903...............6 281
1985..........48 312...............6 208
1986..........52 449...............7 323
1987..........58 428...............6 244
1988..........58 834...............5 023
1989..........65 256...............4 357
1990..........62 730...............6 158
1991..........65 405...............5 419
1992..........68 937...............4 882
1993..........65 325...............5 860
1994..........75 760...............5 771
1995..........99 364...............8 889
1996..........111 934.............13 054
1997..........130 828.............18 308
1998..........144 050.............21 573
1999..........147 881.............25 723
-----------------------------------------------
.............................................212
280
Cabe preguntarse ¿qué
pasó con los 160 mil millones que se debían a principios de 2001?.
No fueron invertidos en proyectos de crecimiento y desarrollo social y económico,
sino que solo sirvieron para financiar el pago de lo que se debía. Es decir,
con la más absoluta perversión sádica, se nos prestó
para que amortizáramos lo que debíamos o para asegurarse el pago
de vencimientos próximos.
El pago de la deuda pública
-a acreedores externos e internos- ha significado una sangría para las
arcas de erario nacional que, en definitiva, se nutre de la riqueza que producen
los trabajadores que día a día ven disminuir su nivel de vida y
sus condiciones laborales para facilitar los pagos. Vale decir, se han transferido
a los acreedores no solamente los excedentes de riqueza producida, sino también
la propia riqueza en dirección a quienes tuvieron la "visión" de
prestar a gobiernos cómplices de tal maniobra que enajenaba el patrimonio
de sus asalariados -que producen la riqueza- como el de los bienes del Estado
a través de las privatizaciones.
La estrategia para producir
la transferencia de riquezas consistía en asignar en el Presupuesto Anual
de Gastos y Recursos una partida de los ingresos fiscales por todo concepto al
pago de la deuda pública que -en su mayor parte, aproximadamente un 80%
está en poder de las grandes instituciones financieras transnacionales-.
Pero esto no es todo, la
estructura económica y social del país no es confiable ni siquiera
para los propios argentinos que poseen todavía alguna riqueza que no les
ha sido enajenada. Al respecto, Keynes (1939) señalaba que "... nuestro
deseo de tener dinero como reserva de valor" y que el mismo "... es un
barómetro del grado de nuestra desconfianza respecto de nuestros propios
cálculos y convenciones acerca del futuro". En el caso por el cual
se atraviesa el psiquismo cotidiano de los argentinos (Rodriguez Kauth, 2001b),
la incertidumbre es mayúscula ya que desde que se acabó el festival
de la banalización (Rodriguez Kauth, 1997) el temor recorre nuestras entrañas
respecto a cómo resguardar los ahorros de una vida de trabajo o, en la
minoría de los casos pero con mayor volumen de activos en efectivo, los
dineros obtenidos merced a la especulación bursátil y financiera.
De
tal suerte, se calcula que alrededor de 100 mil millones de dólares han
salido del país para comprar títulos de la deuda pública
argentina en el mercado financiero internacional y por ello reciben una buena
parte de lo que todos adeudamos. Es lo que se conoce como fuga de capitales, que
más tarde el país recupera vía nuevos empréstitos
y emisión de bonos, es decir, se trata de algo así como un perro
que quiere morderse la cola. Y es que los mismos capitalistas argentinos desconfiaban
de la seguridad que puede brindar un país que constantemente está
cambiando las reglas del juego, a más de que se evitan de pagar impuestos
depositando sus activos en los paraísos fiscales que abundan por el mundo.
No se puede olvidar, para
añadir a este panorama desolador, que durante los últimos años
de la dictadura el sempiterno funcionario "económico" -Domingo Cavallo-
se permitió el lujo de condonar las deudas privadas en dólares contraídas
en el exterior a partir de la nacionalización de las mismas asumiendo el
compromiso de aquellas ante los acreedores (6). Creo que fue lo último
que se nacionalizó en un país que ha vivido los últimos 20
años del siglo XX en medio de un festival de privatizaciones de los bienes
del Estado.
A todo esto cabe agregar
que durante la segunda hiperinflación -la que soportó Menem- apareció
la salvadora figura de Cavallo para terminar con aquel síntoma. La liquidó
con la "convertibilidad", es decir, se terminó la locura de correr detrás
de los dólares. Desde finales de 1991 -por ley de la Nación- un
peso nacional equivalía a un dólar estadounidense. La medida fue
oportuna, ya que logró su cometido y el país tuvo por casi once
años una paridad cambiaria que redujo los tradicionalmente altos índices
inflacionarios a los niveles "civilizados" de los países del Primer Mundo.
Se cumplía el sueño menemista de que éramos como los poderosos,
ya que teníamos una moneda equivalente a la de ellos, que no depreciaba
su valor. Más, de nuevo aparece la conjunción adversativa, ninguna
decisión política o económica es de por sí eterna,
es preciso que las mismas se ajusten a los tiempos y circunstancias en que les
toca moverse. La convertibilidad trajo el beneficio de la previsibilidad en cuanto
a la paridad monetaria pero vino asociada a perversiones que se advirtieron unos
años más tarde. Esto ocurrió cuando el país dejó
de tener precios competitivos para colocar sus exportaciones en otras partes,
a la vez que se convirtió en el paraíso para la entrada de mercaderías
-la mayor parte de las veces de contrabando- con lo cual se cerró el círculo
no virtuoso de acabar con la industria nacional. Ya no teníamos a quien
venderle como consecuencia de la falta de competitividad de nuestra moneda. En
principio se adujo que eso ocurría por efecto del alto "costo argentino",
que en buen romance significaba que nuestros trabajadores ganaban demasiado con
sus labores y, entonces, se introdujeron medidas paralelas como la de disminuir
los aportes patronales, las cargas sociales, etc. Pero esto no era suficiente
para bajar el costo argentino y se inventó la solución de la flexibilización
laboral, que en buen romance no fue otra cosa que la rebaja de salarios. Total,
con el gran ejército de desocupados constituido en virtud de la real desaparición
de la industria nacional, no era difícil conseguir obreros o empleados
que estuviesen dispuestos a trabajar por lo que se les ofreciese y así
se llegó a que en épocas de De la Rúa el Congreso -en sesiones
no muy santas, por cierto- sancionase una ley "laboral" que legitimaba los "contratos
basura".
La convertibilidad había
logrado sus propósitos no explícitos de liquidar a la industria
nacional y con ello a la capacidad laboral de nuestros trabajadores. Fue una operación
perfecta para los intereses del imperiocapitalismo (Rodriguez Kauth, 1994).
Más esto no es todo
para mostrar la complicidad con el sistema financiero internacional y vernácula,
ya sea por acción, omisión o imbecilia perversa. Los sucesivos gobiernos
democráticos de Alfonsín, Menem y De la Rúa, particularmente
el del segundo que fue un campeón en el deporte de privatizar, se encargaron
de asumir los pasivos de aquellas antes de venderlas a precio vil. De tal suerte
y gracias a políticas serviles, es que se destruyó sistemáticamente
el aparato productivo nacional, tanto el industrial como el tradicional agropecuario.
En la actualidad solamente son rentables las empresas de servicios, especialmente
la banca que en su gran mayoría está en manos de banqueros extranjeros
y las que otrora fueran conocidas como de "servicios públicos" -teléfonos,
aguas, electricidad, hidrocarburos, etc.- aunque hoy estén privatizadas
y solamente les interesa acumular buenos dividendos en sus balances para así
exportar capitales hacia sus casas matrices en el exterior -que es lo que les
exige el sistema capitalista globalizado- siendo España uno de los destinos
más frecuentes, ya que desde ahí se ha reiniciado la colonización
de nuestro territorio con inversiones financieras de poco riesgo, después
de que lo hicieran por primera vez hace algo más de 500 años (Rodriguez
Kauth, 1994b). El reproche a España no es casual, no en vano en medio de
la crisis política de finales de 2001 vino a visitar Argentina el ex Premier
Felipe González y pocos días después lo hizo el Ministro
de Relaciones Exteriores de Aznar; sus visitas no fueron de buena voluntad -como
tanto insiste en remarcarlo públicamente Aznar- para poner en práctica
sus generosos planes de "ayuda". Hasta para el analista menos advertido la presencia
de estos dos altos dirigentes políticos españoles -de signo político
enfrentado- fue hacer presión sobre las autoridades argentinas en defensa
de los intereses de las empresas españolas que son las que mayores inversiones
han hecho aquí en los últimos años: algo más de 40
mil millones de dólares.
4-UN POCO DE HISTORIA
RECIENTE SOBRE LO MISMO:
El año 2001 fue fatídico
para la economía, la política y la sociedad argentina. En marzo
se sucedieron dos crisis ministeriales, especialmente en el ámbito de Economía,
que concluyeron con el nombramiento de Cavallo -él nuevamente- en el área
en cuestión. Con sus primeras medidas apuntó a favorecer el crecimiento
pero, fiel a su costumbre, no dejó de operar en beneficio de los banqueros.
En poco tiempo y dado que ya no podía negar la condición de país
en cesación de pagos debido a la ausencia de crédito para financiar
los reembolsos de la deuda pública, decidió que los argentinos debíamos
vivir con lo que recaudábamos y, entonces, edificó un monstruo llamado
"déficit cero". Para lograrlo ni se le pasó por su calva cabeza
la posibilidad de incumplir con los pagos a los acreedores de bonos y títulos
argentinos, sino que cortó por la parte más delgada de la soga:
redujo los salarios de los empleados públicos y de los jubilados en un
13%. Además de haber sido una iniquidad, es obvio hasta para el menos conocedor
de los procesos económicos de que si el país venía con tres
años de recesión y deflación, aquella decisión conduciría
a acentuarla más aún, ya que sacaba dinero del mercado. Y, si no
hay consumo, mal puede haber recuperación económica y mucho menos
ingresos fiscales para que podamos "vivir con lo nuestro".
Como es obvio, el plan no
tuvo el éxito deseado por su mentor, no solamente aumentó la recesión
y con ella la desocupación, sino que como era de esperar en la misma relación
cayó la recaudación fiscal, con lo cual aquello de "vivir con lo
nuestro" se convirtió en una simple expresión de deseos, ya que
tampoco teníamos recaudación genuina. El país había
entrado en una suerte de caos social y en un auténtico descrédito
generalizado hacia la "clase política" (Mosca, 1926), pero el gobierno
era como si mirase para otro lado; hacía oídos sordos a los reclamos
populares y, lo que es peor aún, en un evidente proceso psicótico,
utilizaba el mecanismo de la renegación de aquellos, que no es otra cosa
-en el lenguaje común y corriente- que mentir.
Como última medida
para superar una crisis insoslayable y que ya no se podía ocultar con palabras
que sonaban a hueco, el Gobierno resolvió implementar una medida que popularmente
fue conocida como "el corralito". La misma obedeció a la fuga de unos 20
mil millones de dólares de los depósitos bancarios hacia refugios
en el exterior, o bien a lo que desde antaño se llama "adentro del colchón",
aunque esta estrategia fue utilizada por los pequeños ahorristas, en tanto
que los grandes optaron por la primera solución. Esos dineros fueron retirados
básicamente de las operaciones de plazo fijo, las cajas de ahorro y las
cuentas corrientes de los bancos. El "corralito" no fue otra cosa que pasar por
sobre la ley de intangibilidad de los depósitos, congelando los mismos
y permitiendo solamente hasta el retiro por parte de los clientes de una suma
de 250 dólares semanales de cajas de ahorro o de las cuentas corrientes,
mientras que el pago de los vencimientos de plazos fijos iban a comenzar a reintegrarse
en 90 días a sus tenedores a partir del 3 de diciembre.
Sin dudas que la fuga de
20 mil millones de dólares no se hizo de un día para otro, comenzó
durante la crisis de marzo, vale decir, la eventual solución drástica
llegó tarde, cuando ya la gente "amiga" del Poder hizo sus extracciones
de fuga. Por otra parte, tampoco quepan dudas que esa cifra no correspondía
a pequeños tenedores de plazos fijos que protegían sus ahorros obteniendo
una renta mensual, sino que para sacar tamaña cantidad era preciso que
se tratase de cuentas varias veces millonarias -en especial de las empresas privatizadas
que remitían sus bienes a las casas matrices- y de quienes tenían
dineros malhabidos merced al enriquecimiento ilícito u otras maniobras
no legítimas y que contaban con la complicidad de los bancos para hacer
las transferencias a sus casas matrices en la centralidad financiera mundial o
hacia los paraísos fiscales que son los únicos paraísos que
existen en el mundo de hoy.
Asimismo, las medidas económicas
fueron complementadas con la "bancarización" compulsiva de todos los asalariados
y pequeños comerciantes que debían cobrar sus ingresos a través
de la apertura una cuenta de ahorro en la que le serían depositados sus
ingresos. Si se tiene en cuenta que aproximadamente más de un tercio de
la economía argentina se mueve en el mercado informal -"en negro"- esto
aumentó la desocupación de aquellos trabajadores que no figuraban
inscriptos como tales y que, en consecuencia, debían ser despedidos, ergo,
la desocupación aumentó a la cifra récord del 20% (7).
La aplicación de
esas medidas de la noche a la mañana -la frase no es un recurso metafórico-
trajo aparejado un profundo malestar en los pequeños ahorristas y en los
asalariados que veían, ahora sí sin eufemismo alguno, que sus dineros
eran lisa y llanamente confiscados por los bancos con la intermediación
cómplice del Estado.
Lo que no dijo Cavallo cuando
anunció los impopulares criterios, es que ellos no solamente se tomaban
para proteger los intereses de los banqueros, sino que también apuntaban
a proteger el bien común (Platón, Aristóteles, Agustín
de Ipona) ya que un retiro masivo de fondos necesariamente haría colapsar
al sistema financiero y bancario -una virtual quiebra- debido a que prestaron
los dineros recibidos a más largo plazo de que el que correspondía
a su devolución a los clientes que lo habían depositado.
5-EL PANORAMA INTERNACIONAL
PARA ARGENTINA:
Pese a las declamaciones
de buena voluntad para "ayudar" al país a salir del marasmo en que se ha
introducido, no dejan de escucharse voces que pareciera que viniesen de otro planeta.
Así, desde el FMI se ha dicho que Argentina saldrá de su afligente
situación "con más sufrimiento". Por favor, mi pueblo está
cansado de padecer sufrimientos por culpa de gobernantes que han sido cómplices
activos de las "recetas" recesivas de los funcionarios del FMI. Asimismo, desde
la frontera para adentro, existen personeros del sistema financiero que reclaman
al gobierno una fuerte represión contra las manifestaciones que agreden
los edificios bancarios, aluden a que es preciso que corra sangre para que el
pueblo escarmiente de sus metodologías. Pareciera que no se dan cuenta
que ha de correr sangre popular pero, en definitiva, terminarán por rodar
sus cabezas por las calles cuando el pueblo se harte de tanta ignominia y decida
ser un auténtico protagonista de su historia diciendo "¡basta ya!".
Leído
desde una mirada internacional, un posible cambio de conducta argentino en cuanto
a la deuda podría tener repercusiones imprevisibles en el escenario mundial.
No solamente por la desestabilización que provocaría en los mercados
financieros más industrializados nuestra cesación de pagos, sino
porque su decisión podría abrir una puerta ejemplarizadora para
otros países que comparten semejantes condiciones de vasallaje. Para que
esto suceda es preciso que las movilizaciones populares obliguen a las autoridades
a asumir una posición firme de reformas económicas con una repartición
progresista del ingreso nacional y una política fiscal equitativa y redistributiva
disminuyendo el regresivo IVA generalizado y aumentando la tasa del impuesto a
las ganancias y a los patrimonios (10).
Todo esto podría
ser complementado con acciones políticas y jurídicas para recuperar
-aunque no sea más que parcialmente- los dineros evadidos del país
por grandes corporaciones nacionales y transnacionales. Asimismo el Banco Central
debiera tomar una política activa en el control de movimiento de capital
y operaciones de cambio para así proteger a los inversores locales de maniobras
especulativas.
Desde una perspectiva social,
es preciso que urgentemente el gobierno de Duhalde -o el que le suceda, ya que
estimo que le queda poco tiempo de conduccioón- deberá recuperar
el poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, a la vez que reforzar el
sistema de seguridad social mediante la garantía de un ingreso mínimo
para los desocupados, con lo cual no solamente se reparará a un dañado
sector social, sino que también se logrará el aumento del consumo
de productos nacionales que gracias a la devaluación están más
baratos que los importados. A su vez, esto facilitaría el mejoramiento
de las relaciones comerciales con los países vecinos que, al acercar la
banda cambiaria no facilita que se nos sienta tan "norteamericanos".
¿Será mucho pedir
que alguna vez ocurra esto?. No olvidemos que A. Einstein supo decir que "en
las dificultades de esconden las oportunidades" (Infeld, 1956). ¿Será
posible que los argentinos dejemos de mirar "el que dirán afuera" y escuchemos
lo que se dice adentro?. Para ello se necesitan no solamente agallas sino también
credibilidad por parte de la población, que sin dudas ha de apoyar tales
medidas en su inmensa mayoría.
E-mail: akauth@mailbox.unsl.edu.ar
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